En el año 1974, Bernard Herrmann ya era un clásico entre los clásicos.
Por el camino había compuesto grandes temas que se quedaron en el imaginario
popular, Pshycho o The 7th Voyage of Simbad por poner dos ejemplos totalmente
diferentes: terror y cine de aventuras desprejuiciado.
Por ello sorprende que Herrmann, siempre inquieto, trabajara
en una cinta de bajo presupuesto, el primer acercamiento de Larry Cohen al
fantástico; el resultado cumple los estándares musicales de Bernard Herrmann: paisajes sonoros ominosos, notas que se agarran a la cabeza, con un leit motiv pegadizo,
y experimentación con la electrónica.
Una composición poco conocida debido a ser una cinta circunscrita al amante del género.